Alberto Barandiaran: "Lo más difícil ha sido desactivar los sufrimientos"
Al cumplir los 80 años, la suegra del periodista y escritor Alberto Barandiaran (Altsasu, 1964) le entregó a este un cuaderno que había pertenecido a su hermano, sublevado ante la República y muerto en el frente durante la Guerra Civil.
A partir de ahí, Barandiaran ha recogido diferentes hilos, ha roto silencios y ha hilvanado en "Gurea falangista zen" (Susa, 2021) un documentado y emocionante relato sobre la Guerra Civil y la posguerra. Barandiaran ha combinado las memorias de guerra recopiladas en el cuaderno de Luis Fernández Arregi con testimonios de las más diversas procedencias para contar estas pequeñas verdades, sepultadas muchas veces, por las Verdades en mayúsculas entre las que se ha encontrado con Pablo Amillano Baztan, su abuelo falangista.
En el libro se relatan, desde la honestidad y con todo lujo de detalles, sucesos de la época, recogidos tanto en los frentes de guerra como en las cocinas de una localidad como Altsasu, y se hace frente a los interrogantes que todos ellos abren. Evidentemente, "nadie es ni culpable ni deudor de lo que hicieran sus abuelos", tal y como recoge Barandiaran en el fabuloso último capítulo de su libro, pero es de agradecer cada esfuerzo por no cerrar los ojos ante nuestro pasado, las ganas de saber más a pesar de todo.
Hemos hablado con Alberto Barandiaran.
¿Cuándo y por qué te otorgaste el permiso para poder sacar a la luz aquello que otros habían mantenido bajo secreto?
La verdad es que nunca me he negado ese permiso. Las historias que yo escribo son mías, a pesar de que cuente la vida de otros o los hechos que a ellos les hayan ocurrido.
Yo y cualquier persona tenemos el derecho de hablar y escribir sobre lo que queramos. En eso soy radical. Lo que ocurre es que a veces tus historias o tus palabras pueden herir, y, evidentemente, eso es algo que hay que valorar: hasta dónde quieres llegar. En este caso, eso ha sido lo más difícil: desactivar los sufrimientos.
¿Qué has sentido al tratar algo que ha permanecido en la penumbra durante tanto tiempo? ¿Qué reacciones has encontrado entre los lectores y las lectoras?
Al sacarlo a la luz, he sentido responsabilidad. Pero es una responsabilidad consciente, y, en ese sentido, estoy tranquilo.
En las respuestas de las y los lectores, he encontrado, en general, gratitud. Hay quienes se han sentido muy identificados por tener casos parecidos en casa o en la familia; hay quienes han alabado la estructura y la escritura del libro, y me han alegrado especialmente; y hay quienes me han trasladado inquietud, una reacción que entiendo.
Estoy recibiendo reacciones de todo tipo, pero, como te digo, la mayoría son buenas.
¿Emerge uno más limpio tras enfangarse en la memoria?
No lo sé. Yo he salido sucio. Pero eso no tiene por qué ser malo.
Estaría más cómodo y limpio si me hubiera callado ante lo que me encontré, pero la verdad es que no me fío mucho de quienes salen limpios e inmaculados de estos procesos.
Al igual que hace la escritora Slavenka Drakulic en "No matarían ni una mosca", un libro sobre los juicios contra los militares de la guerra que terminó con Yugoslavia, no niegas la humanidad de aquellos que participaron en la guerra, sin que eso quiera decir que se justifiquen sus actos. ¿Qué nos lleva al simplismo que supone tomar por monstruos a los victimarios?
Seguramente, la ignorancia. Resulta más eficaz y sincero entender que las personas en situaciones extremas puedan tomar y, de hecho, toman decisiones así.
Lo más importante es entender por qué se toman esas decisiones, qué es lo que las origina, cómo reaccionan. De esa manera, podemos entender mucho mejor los mecanismos de la represión y los conflictos, y podemos realmente disponer de más herramientas para preverlos y evitarlos.
¿Qué consecuencias ha tenido el silencio forzoso decretado por los ganadores tras la Guerra? ¿Por qué, como tú dices, "es más fácil rebuscar en archivos militares que romper el silencio de las cocinas"?
Creo que ha tenido consecuencias muy graves. El silencio genera secretos, y los secretos pudren aquello se quiere guardar y conservar.
Muchas veces, los secretos pertenecen al ámbito íntimo, el relativo a la cocina de casa. Esos son los más difíciles de romper y los que mayor dolor generan.
El libro reposa sobre una gran labor de documentación. ¿Cómo ha sido esa ardua labor? ¿Por dónde le recomendarías continuar descubriendo cosas de la guerra de 1936 a quien haya leído "Gurea falangista zen"?
Sí, hay una gran labor de documentación. Este oficio exige gran obstinación, no desistir y tener paciencia.
Diría no solo a quienes quieran saber más sobre la guerra de 1936 sino a quien quiera investigar o contar cualquier cosa desde el periodismo que sigan a su intuición: si crees que algo es interesante, cuéntalo, porque seguro que también es interesante para los demás. Y que sea fiel a las fuentes: busca, comprueba, verifica.
Los textos del diario del frente escrito por Luis Fernández Arregi son bastante tibios, casi técnicos, carecen del fragor político y de la épica que se les supone a unos escritos así. ¿A qué crees que se debe?
Creo que Luis Fernández no tenía, al menos al principio, la conciencia suficiente para comprender en qué contexto sociopolítico se movía. Era muy joven.
Por otro lago, seguramente había censura militar, ya que estaban en el frente, y se trataba de tiempos muy duros.
¿Qué futuro deseas al libro?
Que la gente lo lea.
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