La NASA halla unas rocas en Marte que podrían haber sido procesadas por vida microbiana
Desde 2020, el rover Perseverance recorre el cráter Jezero de Marte en busca de signos de vida antigua. En esta búsqueda, los científicos han descubierto unos raros nódulos de minerales cuya historia química sugiere que podrían haberse formado en procesos químicos prebióticos o microbianos, dos procesos relacionados con la vida.
El rover de la NASA recogió las muestras el año pasado en una zona conocida como Neretva Vallis, donde hace 3800 millones de años fluía un río que desembocaba en un lago situado en el actual cráter Jezero y en el que iba dejando sus sedimentos.
Las muestras, analizadas por un equipo internacional de científicos, contienen unos pequeños nódulos de minerales de arcilla enriquecidos con fosfato de hierro y sulfuro de hierro, compuestos asociados al carbono orgánico, es decir, que podrían haberse formado en reacciones químicas que son la base de la vida.
Además, el equipo ha confirmado que estos procesos ocurrieron después de que los sedimentos fueran depositados en el lago y en condiciones de baja temperatura, lo que convierte a estas "extraordinarias muestras" en posibles biofirmas (huellas de antiguos procesos químicos que podrían haber sido la base para el surgimiento de vida en Marte).
No obstante, los autores del estudio son cautos y advierten de que los mismos indicios que señalan que estas rocas podrían haber sido formadas por microbios hace miles de millones de años, cuando en Neretva Vallis había agua, podrían ser producto de procesos geológicos abióticos (no biológicos).
Para confirmarlo y determinar si el planeta rojo albergó vida alguna vez es esencial traer las muestras del Perseverance a Tierra y estudiarlas con detalle, una decisión que está en el aire desde la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos.
Elementos necesarios para la vida
En la Tierra, hay vida en ambientes tan extremos como la Antártida, el lago salado de Chott el Djerid (Túnez) o las minas de Riotinto (España), lugares en los que, por imposible que parezca, la vida se ha abierto paso de una u otra forma gracias a distintos procesos químicos.
Hace 3800 millones de años, Marte y la Tierra eran jóvenes planetas gemelos y ambos estaban en una zona habitable, pero mientras que en nuestro planeta se desarrolló la vida y se afianzó, en el planeta rojo, su fina atmósfera acabó secándolo hasta convertirlo en un desierto.
Pero durante unos cientos de millones de años, Marte tuvo agua y condiciones de habitabilidad, "por eso elegimos cuidadosamente las zonas en las que Perseverance debía buscar rocas que hubieran estado en contacto con el agua", explica Felipe Gómez, investigador en el Centro de Astrobiología y coautor del estudio.
Equipado con cámaras de alta resolución e instrumentos que permiten analizar los compuestos de la piedra a nivel milimétrico, el rover recogió muestras en dos áreas de Neretva Vallis, conocidas como Bright Angel y Masonic Temple.
"Localizó y recogió unas pequeñas esférulas en las que se identifica un limo de color rojizo, eso significa que ha pasado un proceso de oxidación y que probablemente contenían hierro oxidado", comenta Gómez.
Al analizarlas con los instrumentos SHERLOC (para buscar materia orgánica) y PIXL (un espectrómetro de rayos X), identificaron pequeños nódulos con fosfatos y con azufre, en contacto con hierro reducido y hierro oxidado, que son necesarios para las reacciones químicas.
El otro elemento necesario para la formación de la vida es la temperatura: "Vimos que los nódulos se habían formado en temperatura baja, y eso es importante porque la vida y la química que acabó originándola es incompatible con la alta temperatura", apunta Gómez.
Por tanto, "los nódulos tienen huellas de reacciones químicas asociadas con la baja temperatura, presencia de materia orgánica y el par redox (hierro oxidado y hierro reducido), que son los elementos de la pila energética que da lugar a la vida", resume el investigador del CAB.
Traer las muestras a la Tierra
Sin embargo, los autores del estudio son cautelosos y aunque estas muestras tienen un potencial astrobiológico muy alto, pueden haberse producido de forma espontánea o abiótica.
"Si tuviésemos esas muestras en un laboratorio en la Tierra para poder analizarlas con detalle podríamos determinar si son resultados de un proceso fortuito, geológico o asociado a vida microbiana. Por eso es esencial la misión de retorno de muestras", subraya José Antonio Manrique, investigador de la UVA y miembro del equipo científico de la misión Marte 2020.
Actualmente, la administración estadounidense baraja dos opciones para traer las muestras a la Tierra: enviar un aterrizador para recuperar las muestras y enviarlas de regreso en una nave de la Agencia Espacial Europea (ESA), o esperar a que una misión tripulada de la empresa privada SpaceX (de Elon Musk) las traiga de vuelta. La decisión se tomará a finales de 2026.
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