"Me cautiva la idea de abordar la reflexión individual con una mirada personal, política y social"
La compañía de teatro Tanttaka estrena su nuevo proyecto este jueves, 11 de abril, en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián. En esta obra, Tanttaka se sumerge en el universo del popular escritor francés Édouard Louis (Hallencourt, 1992), que disecciona en sus novelas la violencia política de la que las clases populares son sobre todo objeto, pero también sujeto; en su discurso, valiente hasta la honestidad autocrítica, no cabe la condescendencia.
Con dirección de Fernando Bernués y protagonizada por el actor Eneko Sagardoy, la compañía teatral presenta en el teatro donostiarra la adaptación de la novela Lucha y metamorfosis de una mujer (2021), en la que el narrador relata la imperfecta emancipación de su madre, una mujer sometida por el patriarcado y la precariedad que un día "comenzó a conjugar su vida en futuro".
Bernués nos habla sobre la obra que, lejos de descubrirnos algo que no conocemos, nos confronta con lo que sabemos pero no queremos ver.
¿Por qué elegir a Édouard Louis y por qué Lucha y metamorfosis de una mujer?
Me ha atraído desde el principio el punto de vista de Édouard Louis, su manera de abordar la literatura, la ficción y la autoficción. Ya estuvimos a punto de hacer una versión de Quién mató a mi padre, pero la pandemia paró el proyecto.
Luego apareció Lucha y metamorfosis de una mujer y nos atrapó mucho más. Me cautiva la idea de este hombre: abordar la reflexión individual con una mirada personal, política y social, todo en conjunto.
Hay pocas veces en la que alguien que ha tenido la oportunidad de transcender de clase, de poner en funcionamiento eso que se llama el ascensor social, se reconozca como cómplice en el deterioro de la vida y en la violencia de la que su madre ha sido objeto durante muchos años. Todo ello sin olvidar su propia condición de víctima de otras violencias por ser un niño inadaptado, precario y homosexual.
¿Cómo ha sido la labor de adaptación del texto desde el libro a la obra?
Harkaitz Cano ha sido quien ha sintetizado y destilado la historia. Conceptualmente, no había que intervenir mucho; simplemente había que condensar la novela, que, a pesar de ser corta, siempre tiene más duración de la que el teatro puede absorber.
Teníamos, además, la voluntad de ser esenciales, porque creo que es una de las características de Édouard Louise: escribe novelas no muy extensas y muy afiladas, en lo personal y en lo político.
Harkaitz ha tenido la gran virtud de destilar toda la historia en una pieza corta, de cincuenta y tantos minutos. Creo que la adaptación recoge perfectamente la novela.
Desde la dirección escénica, ¿cómo se abre el foco en escena, dentro de este monólogo, para ofrecer un lugar a la madre a la que se dirige el protagonista?
Es cierto que Lucha y metamorfosis de una mujer está escrita en primera persona, es Édouard Louis quien habla y piensa sobre la transformación de su madre a partir de un hecho circunstancial. Pero se trata de una mirada que encierra un diálogo, la madre está completamente presente.
La presencia de la madre era vital para mí. Por eso en escena hemos adaptado una idea que me gusta muchísimo: la madre habla muchísimo menos pero hay una cámara grabando un primer plano de ella, que se ve en dos pantallas.
La presencia audiovisual de la madre, muy presente para el espectador, muestra el imaginario de Édouard Louis.
La metamorfosis que narra Édouard Louis se activa cuando la mujer protagonista toma conciencia de que puede ser un sujeto político. ¿Qué papel crees que tienen el teatro y las artes en general en la toma de conciencia política de la ciudadanía?
Yo creo que el arte y la cultura sirven para confrontarnos con los demás, para ponernos en la piel de otras realidades y tener una mirada social y colectiva de la vida.
No es fácil intervenir en el mundo de una manera didáctica o pedagógica obvia a través de las artes, pero sí creo que tienen un gran motor para compartir otras realidades, otros sueños y transcender a las realidades más inmediatas que vivimos.
Creo que los espacios de belleza y de reflexión que nos ponen en la piel de otras personas y ante otros conflictos y situaciones sirven para tomar conciencia de cómo está uno, y ese pensamiento íntimo puede activar decisiones en nuestro interior.
El hecho de compartir otras realidades puede invitar a reflexionar sobre tu historia y tomar decisiones.
La novela se mueve en la fina línea entre la autobiografía, la autoficción y la ficción. ¿Cómo vive un adaptador de la obra el compromiso con el escritor y, al mismo tiempo, la necesidad de desligar el escritor del narrador?
De hecho, en Francia existen debates sobre el nivel de verosimilitud en la obra de Édouard Louis porque todo está escrito desde una óptica tan autobiográfica que uno no duda de que esto le ha ocurrido al autor. Eso también se debe a la capacidad de los grandes escritores de generar esa pulsión en el lector; hay gente que no ha visto nunca un león y es capaz de transmitir con maestría un encuentro entre un león y un hombre.
En este caso, me parece la parte más superflua. Louis invita a una reflexión sobre la violencia en la que él vivió y su capacidad de utilizar el ascensor social para ocupar un espacio de vida más de clase media que no le estaba reservado. Eso es emocionante y muy sugerente.
Más allá de que todo sea verdadero o no, de las dosis de ficción y de autobiografía que contenga el libro, todo es veraz y verosímil. Yo, como adaptador, siempre que un libro me interpela y lo adapto intento ser fiel a lo que el autor plantea. No queremos reinventar nada, sino rescribir la novela desde una gramática escénica.
Confío en que todo el mundo que ha leído la novela va a ver que lo que hemos puesto en escena es lo que Édouard Louis cuenta, ajustado a un medio teatral.
En septiembre llegará la versión en euskera de la obra. ¿Qué nos puedes adelantar?
Sí, así es. Tomamos la decisión de no solapar ambas versiones, hacer primero una y luego la otra, porque es un monólogo con una gran carga y gran intensidad para el actor.
La traducción, directamente del francés al euskera, es obra de Danele Sarriugarte.
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