Catar 2022: un Mundial con los derechos humanos en fuera de juego
El domingo, día 20, empieza a rodar el balón en el Campeonato Mundial de Fútbol de Catar, cuando los jugadores de las selecciones de Catar y Ecuador den comienzo al partido inaugural del torneo. Durante cuatro semanas, hasta el próximo 18 de diciembre, la mirada de millones de aficionados y aficionadas de todo el planeta van a estar pendientes de las evoluciones de los futbolistas, de sus jugadas, de sus paradas, de sus goles. Pero este Mundial, el número 22 de la historia del fútbol masculino, llega también acompañado de la polémica: "El Mundial de la vergüenza", lo ha llamado Amnistía Internacional, habida cuenta de la reiterada violación de derechos fundamentales en que incurre el país organizador y de las numerosas muertes de trabajadores que se han registrado, desde 2010, en las obras de realización de infraestructuras para este evento.
No es la primera vez en la historia en que el Mundial de fútbol está envuelto en la controversia. Ya en 1934, en Italia, en el primer Campeonato del Mundo de Fútbol disputado en Europa, la competición estuvo marcada por la política, con Benito Mussolini en el poder y tratando de aprovechar el certamen como elemento propagandístico. Más de cuatro décadas después, en 1978, en Argentina, el régimen de Jorge Videla, que dirigía el país desde el golpe de dos años antes, intentó hacer lo mismo, en un contexto de llamadas al boicot en muchos lugares del planeta que, finalmente, no se llevaron a cabo.
En este caso, el Mundial 2022 ha sido cuestionado desde el momento en que la organización del evento fue otorgada a Catar. Eso sucedió el 2 de diciembre de 2010. Unos días antes, el entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se reunió con el presidente de la UEFA, máximo organismo del fútbol europeo, el también francés Michel Platini. Solo fue la primera controversia relacionada con el Mundial. Lo cierto es que, desde entonces, en los últimos 12 años, Catar 2022 ha sido objeto de críticas por parte de diversas ONGs, representantes políticos de varios países de todo el planeta, algunos jugadores y entrenadores y personalidades relevantes de la cultura y de la sociedad.
Tres son, fundamentalmente, los puntos que han estado en el debate: por un lado, la cantidad de trabajadores que, a consecuencia de las condiciones en que han llevado a cabo su labor, han fallecido durante la construcción de estadios y otras infraestructuras para el campeonato; también, la falta de seguridad, y el riesgo que les supone viajar a Catar, según han alertado, para las personas del colectivo LGTBI+, teniendo en cuenta que, por ejemplo, la homosexualidad es ilegal en el país; y, además, la situación de discriminación en que viven las mujeres en el emirato, donde necesitan la aprobación de un hombre para gran cantidad de decisiones. eitb.eus repasa, a continuación, a las puertas del inicio del Mundial, los tres ámbitos a los que acabamos de referirnos.
Trabajadores muertos en las obras del Mundial: de la treintena que reconoce el Comité Organizador, a las 6500 que denuncia 'The Guardian'
Las condiciones en que han llevado a cabo su labor los miles de trabajadores que han participado en las ingentes obras de las lujosas infraestructuras relacionadas con la competición (estadios, metro, aeropuertos, reformas integrales en la capital, Doha, hoteles…) han sido reiteradamente denunciadas.
No solo son las temperaturas a las que han tenido que trabajar, que rondan en Catar los 50 grados en algunas horas del día durante los meses de más calor; según el informe que, bajo el título 'Catar, la Copa Mundial de la vergüenza', publicó Amnistía Internacional en 2016, los migrantes que han llegado al país como trabajadores, especialmente de Nepal, Bangladesh e India, lo han hecho pagando hasta 4100 euros a contratistas en sus países de origen, en muchos casos tras solicitar un crédito; atados por esa deuda, los trabajadores viven hacinados en sus alojamientos, con salarios de 190 euros al mes, en lugar de los 300 prometidos, en un país que tiene una de las rentas per cápita más altas del mundo.
Según denuncia Amnistía Internacional, hay empleadores que no expiden o renuevan el permiso de residencia a los trabajadores a su cargo, lo que impide a estos demostrar que tienen permiso para residir y trabajar en Catar y los expone, en consecuencia, a ser multados o encarcelados; así, algunos operarios han vivido, en la práctica, en los estadios en cuyas obras han trabajado, o en los campamentos levantados para ellos, ante el temor de sufrir posibles represalias. En otros casos, los empleadores confiscan los pasaportes a sus empleados, lo que les impide salir del país.
Las estimaciones de víctimas mortales que se han cobrado estas condiciones laborales van desde la treintena reconocida por el Comité Organizador hasta las 6500 que ha denunciado el periódico británico 'The Guardian'. La Organización Internacional del Trabajo, en un informe relativo a 2020, hablaba de 50 fallecidos y 500 heridos solo en ese año. 'The Guardian', en su información, contabilizaba datos oficiales aportados por India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán, refiriéndose a los trabajadores fallecidos que habían llegado a Catar desde esos países (según Amnistía Internacional, más del 90 % de la mano de obra para el Mundial era migrante); eso sí, 'The Guardian' no incluía datos de países como Kenya o Filipinas, que no los habían facilitado, ni tampoco tenía en cuenta los últimos meses de 2020.
Una representante de la ONG Human Rights Watch, en un debate llevado a cabo hace unos días, denunciaba que las autoridades de Catar "no han investigado las muertes de miles de trabajadores migrantes", muchas de las cuales, añadía, "han sido calificadas de naturales". Bajo la ley catarí, destacaba la portavoz, las familias de los fallecidos no reciben compensación. En este sentido, el ministro de Empleo de Catar, Ali Bin Samikh Al Marri, argumentaba que su país "ya compensa" a los familiares, por lo que rechazaba la creación de un fondo específico para ello, que es una reivindicación de diversas organizaciones de derechos humanos.
Derechos de las personas del colectivo LGTBI+: un Mundial en un país cuya ley prohíbe la homosexualidad
Lo dijo hace apenas diez días Khalid Salman, embajador del Mundial de Catar y exfutbolista internacional con la selección catarí en los años ochenta: "La homosexualidad es una desviación mental". En la misma entrevista en que realizó esa declaración, Salman añadió que las personas del colectivo LGTBI+ que visiten el país durante el torneo "tendrán que adaptarse, y aceptar nuestras normas".
La homosexualidad es ilegal en Catar, y puede conllevar penas de hasta siete años de cárcel. La organización del evento ha asegurado que las parejas homosexuales que lleguen al emirato para disfrutar de la competición no deben preocuparse; pero Nasser Al Khater, presidente del Comité Organizador, afirmaba recientemente que espera que las personas del colectivo LGTBI+ eludieran las muestras de afecto en público, como respeto a la cultura del país anfitrión. En la misma línea, hace unos meses, el responsable de seguridad de la competición solicitaba a los y las aficionadas de ese colectivo que no mostraran en público su orientación sexual; si en la grada es ondeada una bandera arcoíris, la seguridad del estadio puede quitársela a quien la haya enarbolado, pero, apunta el responsable, "por su protección, ya que podría sufrir una agresión".
En definitiva, puede concluirse que Catar va a tolerar la homosexualidad mientras el Campeonato Mundial de Fútbol se esté celebrando en su territorio, al menos por parte de las personas que lleguen al país con ese reclamo, pero avisa de las consecuencias que podría tener, incluso relajando la presión, mostrarla en público. No parece que la manera en que el emirato ha decidido abordar esta situación sea del agrado de todas y todos los afectados. El futbolista australiano Josh Carvallo, que es homosexual, internacional en categorías inferiores con la selección de su país, que no ha sido convocado para disputar el Mundial, manifestó hace un año tener miedo de ir a Catar.
A la espera de ver qué presencia tiene en las gradas de los estadios la bandera arcoíris, lo que parece seguro es que sí se va a ver en el campo, en el césped; concretamente, en el brazo de los capitanes de ocho selecciones, que han afirmado que van a portar el brazalete con los colores de la enseña LGTBI+. Tres de ellas, Francia, Alemania e Inglaterra, están, además, entre las favoritas para hacerse con el título, y se hallan entre las que concitan la atención de más aficionados y aficionadas en todo el mundo. Las otras son Países Bajos, Bélgica y Dinamarca, que también son señaladas por algunos expertos como firmes candidatas a llegar lejos en la competición, además de Suiza y País de Gales. El capitán inglés, Harry Kane, estrella además del Tottenham Hotspur y uno de los delanteros de mayor prestigio en el fútbol europeo, ha afirmado que va a llevar los colores arcoíris en el brazalete, aunque eso le suponga una sanción.
No es el único gesto que han llevado a cabo los futbolistas participantes en el Mundial para solidarizarse con el colectivo LGTBI+. Así, la selección de Inglaterra, en su viaje a Catar, utilizó un avión de la compañía Virgin Atlantic llamado "Rain Bow" ("rainbow", en inglés, significa arcoíris), que es símbolo LGTBI+ de la compañía; la selección de Estados Unidos, por su parte, ha adornado su insignia de equipo con los colores arcoíris.
Discriminación contra las mujeres, en Catar: atadas a un tutor masculino
El régimen político catarí tiene en las mujeres a uno de los colectivos que sufre un agravio más grande. Las mujeres sufren discriminación en ley y también en la práctica. Viven en un sistema de tutela, que las obliga a permanecer atadas a un tutor masculino, generalmente un familiar o su esposo.
Las mujeres precisan del permiso de una figura masculina para tomar decisiones fundamentales en sus vidas, como casarse, estudiar en el extranjero, o poder acceder a ciertos tratamientos reproductivos. Si quieren divorciarse y lo consiguen, el Estado les retira la potestad de sus hijos.
Un sector laboral mayoritariamente femenino es el de las trabajadoras del servicio doméstico. Se encuentran aisladas y recluidas en los hogares en los que trabajan; no solo conviven con sus empleadores, sino que, además, los posibles abusos que sufran quedan fuera de la vista del resto de la sociedad.
Denuncia de diferentes personalidades
Así las cosas, diferentes personalidades de varios ámbitos, a nivel internacional, han manifestado su rechazo ante el Mundial de Catar, han denunciado lo sucedido y que el emirato sea el anfitrión del torneo, y han adelantado su intención de no participar en el mismo. La última, por el momento, ha sido la cantante colombiana Shakira, habitual en las ceremonias de apertura de los últimos Campeonatos del Mundo, que ha decidido, en esta ocasión, no estar presente, al igual que otras grandes estrellas, como la británica Dua Lipa, y Rod Stewart, que ha revelado recientemente que rechazó, por razones morales, una oferta de 960 000 euros para actuar durante el Mundial de Catar: "Me ofrecieron mucho dinero, más de un millón de dólares, por tocar allí; lo rechacé, porque no está bien ir" a ese Mundial, ha afirmado. También el streamer vasco Ibai Llanos ha dicho que no a la oferta de ir a Catar para grabar contenidos durante la competición.
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