Ion de Sosa: "'Mamántula' tiene humor, pero no es un chiste"
La ciudad asiste inquieta a una serie de asesinatos, y una pareja de policías investiga los casos en los que una serie de hombres han aparecido muertos y sus cuerpos vaciados por la sed de sangre y semen de Mamántula, una tarántula gigante travestida de humano.
Ese es el punto de partida de Mamántula, mediometraje de Ion de Sosa (San Sebastián, 1981) que se estrena en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldia, la sección competitiva más abierta del festival, donde no hay normas ni limitaciones de estilo o tiempo.
No cabe duda de que es el lugar adecuado para un thriller diferente que el propio De Sosa define como "una bonita mezcla entre un episodio de Expediente X, Terciopelo azul y Rex, un policía diferente".
Vuelves al Zinemaldia de tu ciudad, esta vez con Mamántula. ¿Cómo esperas vivir la experiencia del Zinemaldia?
Estoy muy contento. La selección en Zabaltegi es algo muy bueno. Formar parte de una selección internacional, competitiva y diversa donde se exhiben películas fuera de la norma y donde no se tiene en cuenta la duración es un excelente comienzo. Un marco que nos va a traer cosas positivas en cuanto a visibilidad, ulteriores proyecciones, contacto con el público, ventas y prensa.
Gran parte del equipo financiero, técnico y artístico de la película va a poder acudir al estreno, y eso me hace inmensamente feliz porque vamos a poder disfrutar juntos después de tanto trabajo.
Has vivido por dentro, con Leyenda dorada y Sueñan los androides, tanto la Berlinale como el Zinemaldia donostiarra. ¿Qué particularidades tiene, desde tu óptica, el Festival de San Sebastián? ¿Qué rasgos crees que definen su personalidad?
Las particularidades y la personalidad de un festival la definen sus programadores, sus directores artísticos. Igual que las personas cambian, también lo hacen los festivales con la selección de cada edición.
A veces ocurre que van de la mano el criterio de los programadores de un determinado festival con tu propuesta artística, y esa casualidad, esa sinergia, te permite enfrentar tu película con el público, que es para lo que hacemos cine.
Disfruto mucho acudiendo a los festivales como invitado, sea Berlín, Donostia, el Festival de Cannes donde hemos ido a acompañar a Irati Gorostidi esta primavera con Contadores…
Valorar un determinado festival es muy subjetivo, cuenta mucho cómo te encuentras por dentro, en qué momento vital te pilla. Berlinale fue muy importante para mí en 2015 porque era una meta autoimpuesta en el momento que emigré a Alemania para desarrollarme como persona y como cineasta. Fue una constatación de que no había perdido el tiempo en la búsqueda de una voz propia, y lo viví con gran entusiasmo.
Esta edición del Zinemaldia es igualmente significativa porque es el colofón a cinco años de intenso trabajo junto a Leire Apellaniz. Tenemos dos piezas de nuestra productora en sección competitiva. Esta circunstancia nos hace sentir acompañados, y eso es muy valioso en el camino, a veces solitario, del cine menos convencional; sobre todo, cuando tenemos por delante más proyectos arriesgados que vamos a producir.
¿Cómo fue el proceso de rodaje de Mamántula?
Fue una de las experiencias cinematográficas más plenas y gratas de mi vida. Paola Álvarez, la productora de Berlín, predispuso, con gran esfuerzo y con una fe ciega, que tuviésemos todo lo que necesitáramos para rodar la película. A priori, no se descartaba nada del texto por creer que sería demasiado difícil o por no querer meterse en problemas.
Me sentí muy bien acompañado en todo momento. Carmen Main, la diseñadora de producción, Jorge Castrillo, el director de fotografía, y, en general, todo el equipo técnico y artístico fueron muy generosos en el esfuerzo y a la hora de asumir riesgos estéticos y formales.
La película se mueve entre el género negro y la ciencia ficción. ¿Cómo te has manejado con las convenciones de cada uno de los géneros, aunque sea para romperlas?
Para mí, la película es una bonita mezcla entre un episodio de Expediente X, Terciopelo azul y Rex, un policía diferente. Tiene algo televisivo y algo poético, y ambos lenguajes conviven. La película es estéticamente un sueño de adolescencia, un thriller que contiene crimen, una forma particular, sensualidad y humor.
Teníamos claras nuestras referencias principales: Shivers, Possession, Cruising, Under the skin, Hiroshima, mon amour y el libro de fotografías The ballad of sexual dependency de Nan Goldin, que llevábamos siempre en la maleta de cámara para inspirarnos en momentos de obnubilación.
Los diseños de los cuerpos sin vida que deja Mamántula están inspirados en obras de Francis Bacon y Anish Kapoor. Cuerpos deformes, infectados, hinchados y desinflados, y compuestos de texturas ricas en matices para conseguir dar mucho asco con algo muy bello.
Es una película simple que consigue una delicada armonía entre elementos de procedencias dispares.
¿Cómo ha sido el proceso de construir y dotar a la vez de misterio y personalidad a los personajes de Mamántula y la investigadora principal, interpretada por Lorena Iglesias?
A grandes rasgos, Mamántula es el personaje alienígena de Scarlett Johansson en Under the skin vestido como Schwarzenegger en Terminator 2. Ambos personajes comparten con Mamántula que vienen de otro plano, otro planeta u otro tiempo, y que están entre nosotros como algo antropomorfo pero ajeno totalmente a los humanos, y ambos se van sensibilizando con nuestra especie a medida que van pasando tiempo con nosotros. Nos cogen cariño.
Moisés Richart tiene esa presencia magnética que da carácter al personaje solo con cómo se mueve y cómo mira. Me encanta trabajar con él.
Lorena es Dana Scully, Clarice Starling y el agente Dale Cooper de Twin Peaks: intuitiva, obsesiva, inteligente, templada… La mejor de su promoción. Es un personaje cliché, pero la interpretación de Lorena lo hace particular, caótica, con un pasado que apenas desvela pero que parece que viene de vuelta de todo… Me recuerda a Peter Falk en Colombo.
Todo el elenco está maravilloso en un tono que no era nada fácil. Durante el rodaje no me cansaba de repetirles a los actores: "La película tiene humor, pero no es un chiste".
También trabajas, como director de fotografía, en otra película de la sección Zabaltegi-Tabakalera, como es el cortometraje Contadores, de Irati Gorostidi, una película radicalmente diferente. ¿Cómo ha sido tu trabajo en esta película para darle ese ambiente setentero e industrial que emana?
Irati y yo somos amigos. Nos presentó Maider Fernández en su cumpleaños en 2018, e Irati me llamó un día para trabajar con ella en su anterior cortometraje, Unicornio.
El trabajo en Contadores ha sido muy nutritivo. Está basado en vivencias de los padres de Irati y de personas cercanas a ellos en un contexto concreto: Euskadi, a finales de la década de 1970. Irati pone el foco sobre un grupo determinado de personas que quieren vivir de otra manera, buscan una diferente espiritualidad y una nueva forma de relacionarse entre ellos y con la sociedad.
Tuvimos muchas conversaciones sobre el dispositivo fílmico que soportaría todas las capas (formal, política, teórica, narrativa) que componen la película. Cómo representar la época, cómo rodar la asamblea en la fábrica, cómo dotar a la película de personalidad propia… Abríamos incógnitas cuyas respuestas íbamos acotando con referencias que nos gustaban, que entraban dentro de nuestras aspiraciones y nuestras posibilidades.
En lo personal fue increíble también porque, además de con Irati, Leire y Carmen Main, que también fue la directora de arte del corto, me dio la oportunidad de trabajar con personas a las que admiro, como Maddi Barber, Ainara Elgoibar y Usue Arrieta, que coproducían el cortometraje y que aportaban visiones interesantísimas.
¿Estás trabajando en algún otro proyecto del que nos puedas adelantar algo?
Desde luego que sí. Desde Apellaniz y de Sosa estamos trabajando en dos proyectos que creemos que pueden convertirse en dos buenas películas: Balearic (título de trabajo), cuyo rodaje principal está previsto para la primavera del 2024 y que dirigiré yo mismo, y Anekumen, de Irati Gorostidi, que se encuentra en fase de financiación.
Balearic es una película coral, veraniega y con elementos de horror que habla de una paulatina metamorfosis que nos ocurre en la sociedad capitalista: cuando tienes dieciocho años quieres cambiar el mundo y a partir de los cuarenta lo que quieres es una piscina.
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