Precios altos, miedo e incertidumbre, la factura que nos han dejado las guerras de Ucrania y Oriente Medio
Las guerras siempre dejan consecuencias económicas en los países involucrados. Sin embargo, en este mundo globalizado, con relaciones económicas internacionales, algo que ocurre en un punto del planeta puede tener sus efectos a cientos de miles de kilómetros de allí.
En palabras de Iñaki Fernández de Gamboa, economista y consultor en Maren Consulting, los principales efectos que han tenido en nuestra economía estos dos años de guerra en Ucrania y los meses de conflicto entre Israel y Hamás han sido "precios altos, miedo e incertidumbre".
Uno de los mayores gastos al que se tienen que enfrentar actualmente muchas familias y empresas vascas es el de las hipotecas o créditos financieros. El euríbor, el índice más habitual con el que se calculan las cuotas de los préstamos en la eurozona, ha pasado en estos últimos dos años de estar en negativo a llegar al 4,16 % en octubre de 2023, su nivel más alto desde 2008. Este veloz incremento ha supuesto que las cuotas de las hipotecas medias variables se hayan encarecido cerca de 340 euros en dos años y lo mismo ha ocurrido con los préstamos que habían adquirido muchas empresas.
Como consecuencia la firma de hipotecas se ha ido desplomando mes a mes desde diciembre de 2022. Según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, de enero a noviembre de 2023 se han firmado de media un 16 % menos que en el mismo periodo del año anterior.
La escalada del euríbor ha estado estrechamente ligada a la subida de los tipos de interés que ha ido realizando desde julio de 2022 el Banco Central Europeo para hacer frente a la inflación que produjo la guerra.
El objetivo del BCE ha sido mantener la inflación debajo del 2 %. No obstante, en verano de 2022 este índice se situó en un 10,8 % en España y en un 8,9 % en la eurozona, arrastrada sobre todo por la salvaje subida que sufrieron el precio del gas, el de la electricidad, el de los carburantes o el de los productos agrícolas que hasta entonces se importaban de Rusia y Ucrania, como los cereales, las semillas de girasol, pesticidas para la agricultura, etcétera. Los precios de la energía alcanzaron máximos históricos una y otra vez durante la primavera y verano de 2022 y, posteriormente, esa subida se trasladó también a otros gastos. De hecho, la OCU ha denunciado que la cesta de la compra se ha encarecido un 30,8 % en dos años.
Sin embargo, las medidas del BCE, las decisiones de la OPEP y las que tomaron los gobiernos (excepción ibérica, bonificaciones, reducciones del IVA...) han contribuído a que la inflación se haya ido refrenando y disminuyendo hasta situarse en el 3,1 % el pasado diciembre.
La entidad que dirige Christine Lagarde aseguró que los tipos continuarían al alza hasta ganar la batalla a la inflación y, tras diez subidas consecutivas, alcanzaron el 4,50 %, el nivel más alto de los últimos 20 años, donde se ha mantenido desde octubre. Por el momento, el BCE afirma no tener un calendario para comenzar a reducir las tasas.
A pesar de la inflación, el precio del dinero y la incertidumbre, la economía vasca ha capeado el temporal de la guerra bastante bien, con un crecimiento del PIB y del empleo durante los dos últimos años.
El economista Fernández de Gamboa explica que lo que ha ocurrido ha sido un "aterrizaje suave", es decir, que la economía se ha ido enfriando poco a poco sin parar de manera brusca. En su opinión, en el marco de este aterrizaje suave, el crecimiento de este año será también muy reducido.
En este sentido, casi la mitad de los economistas opinan que la economía vasca empeorará este 2024, según recoge el informe del Ekonometro 2023. Por otra parte, el último informe de Laboral Kutxa afirma lo mismo sobre la visión sobre el próximo semestre de las empresas vascas. El índice que mide esta confianza ha descendido 3,5 puntos (hasta 45,9), el más bajo de los últimos cinco trimestres.
Vuelve el miedo
Así, si a principios de otoño, los analistas se mostraron esperanzados con el futuro, el conflicto de Oriente Medio y el Mar Rojo ha avivado otro de los efectos de las guerras: el miedo y la incertidumbre. La guerra entre Israel y Hamas y los posteriores ataques de las milicias huthíes de Yemen a los barcos mercantes que se dirigían al Canal de Suez han vuelto a encender las alarmas.
Por el momento, las relaciones de las empresas vascas con Israel no se han visto muy afectadas y empresas como CAF o Tubacex continúan con su actividad habitual. Las principales consecuencias han sido el retraso en los suministros -falta de caucho en Michelín, por ejemplo- y el encarecimiento de los fletes de las navieras porque muchas de ellas han decidido bordear el continente africano para evitar los ataques de los yemeníes.
No obstante, el principal miedo está en que la guerra se extienda con la participación de países como Irán, Estados Unidos y Reino Unido o se prolongue en el tiempo. Las últimas noticias no son alentadoras en este sentido, ya que la muerte de tres soldados estadounidenses en la zona ha avivado la tensión.
Las consecuencias se notarán en la subida de los precios de los productos que se importan de Asia por transporte marítimo, así como del petróleo y el gas que se importan de Oriente Medio.
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