Pobreza menstrual: cuando tener la regla nos condiciona a todas
La menstruación. La mitad de la población pasa gran parte de su vida con ella, unos 3000 días de su edad fértil. Solo es una de las cuatro fases del ciclo menstrual, pero es la única que todo el mundo conoce. O quizás no, porque en pleno siglo XXI continúa rodeada de eufemismos (hay quien sigue refiriéndose a ella como "cosas de chicas" o "mi prima roja"), mitos y vergüenzas. Son días dolorosos para algunas, y la mayoría la vive en silencio. En este sistema patriarcal, el periodo se gestiona desde lo privado, desde cada individua, aunque sin menoscabar la sororidad femenina familiar.
A este aislamiento social se le une la carga económica vinculada a la compra de productos menstruales —existe la opción del sangrado libre, pero es aún muy minoritario—. Además, las dificultades, cuando no incapacidad, de hacer frente al gasto, unido a la falta de información, pueden acarrear problemas sanitarios de diferente envergadura.
El movimiento feminista lleva años reivindicando y resignificando la menstruación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en un no tan lejano 2014 este 28 de mayo como el Día Internacional de la Higiene Menstrual. Esta jornada pretende ser una llamada de atención sobre la necesidad de cuidar la salud e higiene menstrual, reivindicar una educación adecuada sobre el tema y concienciar sobre la pobreza menstrual.
El borrador de la reforma de la ley del aborto impulsada por el Ministerio de Igualdad del Gobierno español ha vuelto a avivar este debate, ya que, entre las medidas inicialmente planteadas, se proponía rebajar el IVA a los productos menstruales y reconocer el derecho a baja a las personas con reglas dolorosas. Finalmente, la bajada del tipo impositivo ha sido relegada a la negociación de los próximos presupuestos generales. La segunda, en cambio, sí ha sido recogida en el borrador. De salir adelante, el Estado español se convertirá en el primer estado europeo en aprobar este tipo de bajas remuneradas.
¿Cuánto cuesta menstruar?
Es difícil cuantificar el gasto para la compra de higiénicos (compresas, tampones, copas y bragas menstruales…), ya que depende de la cantidad de sangrado, duración del periodo, así como del producto o marca elegido. Varias asociaciones de consumidores han realizado estudios al respecto, que pueden aportar una cifra aproximada. Según los cálculos de Fundación Rezero para la Prevención de Residuos y el Consumo Responsable de Cataluña, el gasto medio anual para productos menstruales desechables oscila entre los 21 y los 125 euros. La asociación de consumidores Facua, en otro estudio, comparó los productos higiénicos más caros con los más baratos: la diferencia era de un 400 % en el caso de las compresas de un único uso y de un 180 % en el de los tampones.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha realizado el cálculo según el tipo de producto. En general, los productos de un único uso son los más caros, aunque también son los más accesibles (están a la venta en cualquier supermercado). El producto más barato es, sin duda, la copa menstrual, aunque todavía hay muchas mujeres que no la conocen. Es, además, la más sostenible (duran una media de cinco años), junto con las bragas menstruales.
Dichos productos son de primera necesidad para las mujeres, han de utilizarlos mensualmente, durante los 40 años que suele durar la edad fértil. Sin embargo, esa característica no tiene reflejo en el Impuesto de Valor Añadido (IVA) que llevan aparejados en el Estado español. A los alimentos básicos (fruta, verdura o legumbres) así como los medicamentos se les aplica una tasa del 4 % (IVA super-reducido) mientras que a estos productos menstruales se les impone un 10 % (IVA reducido). El fallido intento del Ministerio de Igualdad de reducirlo no ha hecho sino evidenciar, una vez más, el agravio económico que sufren las mujeres solo por el hecho de serlo. Un dato relevante, como ejemplo: la viagra, el medicamento contra la impotencia masculina, está grabada al 4 %. En el Estado francés, la tasa aplicada a los productos menstruales fue rebajada al 5,5 % en 2015.
En Europa, la situación es desigual, aunque la mitad de los estados miembros de la Unión Europea aplican la misma tasa general a los productos femeninos, bebidas alcohólicas o el tabaco. En el otro extremo, podríamos calificar de feministas países como Escocia (desde 2020, los productos menstruales son gratuitos), Irlanda o Inglaterra (tasa impositiva del 0 %). Hungría (27 %), Suiza (25 %) o Grecia (23 %) lideran la lista con impuestos más altos.
No obstante, la pobreza menstrual va más allá de la dificultad/incapacidad de adquirir productos higiénicos, y contempla dos ejes más. Por una parte, se refiere a la falta de recursos o lugares adecuados para poder garantizar esa higiene y salud íntima. Es decir, no contar con wáteres limpios y seguros, que cuenten con depósitos para los productos desechables, un lavabo para poder lavarse, o un cerrojo para hacerlo con tranquilidad. También hablamos de pobreza menstrual a la falta de educación y conocimiento sobre este proceso biológico, ya que, de este modo, se refuerzan los tabús asociados.
Pobreza menstrual en Euskadi
Con estos mimbres, la Fundación EDE, con el apoyo y colaboración de Emakunde, acaba de editar "El Estudio de Pobreza e Higiene Menstrual en la CAE". Se trata del primer informe sobre el tema realizado en Euskadi. Según reconocen las autoras, es difícil dimensionar el alcance de la pobreza del periodo, dada la falta de investigaciones al respecto. En un intento de obtener un número aproximado, el informe extrapola a Euskadi los datos obtenidos por la macroencuesta sobre "Equidad y salud menstrual" realizada en el Estado español en 2021 entre más de 22 000 mujeres.
Según sus cálculos, más de un 20 % de las mujeres (unas 105 000) han tenido dificultades económicas para comprar productos menstruales, y debido a esos apuros, más de un tercio se ha visto obligada a optar por un producto más barato.
Hay más. Una amplia mayoría (casi un 75 %) reconoce haber usado dichos productos más tiempo del recomendado al no haber encontrado un lugar adecuado para cambiarlo. Además, unas 62 300 (13 %) normalizan los dolores intensos de la regla. Por último, una de cada dos asegura no haber recibido una educación al respecto o haberla recibido solo de manera parcial.
Las mujeres en situación de vulnerabilidad, doblemente castigadas
Como es lógico, la pobreza menstrual afecta más aún a las mujeres en riesgo de exclusión social. El informe de Emakunde ha querido ahondar en la situación de este colectivo contrastando la percepción que tienen entidades del tercer sector (Cruz Roja, Cáritas, Banco de Alimentos), con las opiniones y vivencias de éstas a través de un grupo de discusión y una encuesta realizada a más de 120 mujeres en situación de vulnerabilidad.
Las conclusiones del informe son demoledoras: El porcentaje de mujeres con dificultades para comprar productos menstruales se eleva hasta el 60 %, y 8 de cada 10 mujeres dice que se visto obligada a comprar productos más baratos. Casi la mitad reconoce que ha tenido que optar por otro tipo de productos (pañuelos, papel higiénico o incluso pañales) por no poder pagar unos específicos.
Por último, una gran mayoría (80 %) afirma haber tenido que utilizar un baño público que" no reunía las condiciones higiénicas para cambiarse con dignidad".
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