"La autodefensa feminista no va de crear comandos, va de empoderar a las mujeres"
Pillamos a la activista y formadora de autodefensa feminista, Maitena Monroy, en un descanso de 30 minutos entre paciente y paciente en la unidad de fisioterapia en el que trabaja. La entrevista discurre más allá del tiempo previsto, y nos despedimos con prisas y con la sensación de habernos dejado muchos temas en el tintero. Y es que sus más de 30 años al frente de centenares de talleres de autodefensa feminista, impartidos no solo en Euskal Herria sino también en varios países europeos, de Latinoamérica e incluso el Magreb, dan para mucho. Mucho para reflexionar sobre feminismo, violencias o sobre cómo enfrentar ese machismo que todo lo inunda.
Empecemos por lo básico ¿Qué es la autodefensa feminista? Intuyo que el adjetivo no está puesto al azar: la autodefensa debe ser feminista o no será…
Efectivamente, no se trata de aprender meras técnicas de lo que sería autodefensa personal, que está muy bien y quien quiera que lo haga. Pero cuando decimos que nuestra autodefensa es feminista es porque no solo se trata de aprender a defendernos de la violencia física sino de identificar cómo el patriarcado nos ha construido a todas las personas, incluidas a las mujeres, configurando nuestra identidad, nuestros deseos, nuestras preferencias, normalizando los estereotipos, los roles...
Para poder empoderarnos, primero hay que saber cómo nos desempodera el sistema a las mujeres, y cómo, a su vez, sobreempodera a los hombres, dando esa asimetría del poder que no solo es estructural sino que tiene repercusiones en todos los ámbitos de la vida. Además, vemos esa desigualdad como natural así que tenemos que identificar de qué nos tenemos que defender, no solo de la violencia material, sino del patriarcado en todas sus expresiones.
Por eso decimos que es autodefensa feminista, porque utilizamos el marco de la teoría feminista para analizar la situación de desigualdad: saber por qué se produce y a partir de ahí qué podemos hacer.
A las mujeres se nos ha negado la agresividad, la violencia… casi el dar una respuesta (se nos quiere sumisas, pasivas, calladas).
A las mujeres se nos ha negado el derecho a la legítima defensa, en la medida que desde pequeñitas se nos ha dicho aquello de "¡Cuidado, cuidado! No vuelvas sola a casa". La protección de una mujer parece venir de una manera externa, fundamentalmente por parte de los hombres.
Es muy importante distinguir entre violencia y agresividad. La violencia siempre es cultural y es destructiva, mientras que la agresividad es una emoción humana, que se nos ha negado a las mujeres. Podemos hacer un pequeño ejercicio para reconocer esa negación emocional y para reconocer la asimetría con la que valoramos los actos. La cuestión sería responder a esta pregunta: ¿Con qué adjetivo definiríamos a las mujeres/los hombres que muestran su enfado ante una injusticia? ¿Con qué adjetivos calificamos a las mujeres y con cuáles a los hombres? De un hombre muchas veces se dirá que "tiene carácter", mientras que de una mujer se dirá que "es una histérica, o que está menopáusica, que está en uno de esos días, que necesita un buen polvo…"
Cuando no te permites la agresividad es muy difícil poner límites. También tiene otra consecuencia, y eso lo ha demostrado la neurociencia, que es que se activa la emoción de la tristeza. De hecho, en los datos que tenemos, el 70 % de depresiones exógenas (depresiones debidas a circunstancias externas) las padecen las mujeres. Eso deberían hacer saltar todas las alarmas del sistema de salud mental.
Siempre se nos ha dicho que las mujeres somos más emocionales, pero eso no es verdad. El patriarcado lo que hace es establecer una dicotomía: ¿qué es de los hombres y qué de las mujeres? ¿Las mujeres qué pueden demostrar? Ahí estarían todos los sentimientos que tienen que ver con la debilidad o la indefensión: tristeza, fragilidad, debilidad…. ¿Y los hombres? Todas las emociones que tienen que ver con fortaleza como la agresividad, que además pueden demostrar con violencia.

Monroy lleva desde los 13 años militando en el movimiento feminista. Foto: Maitena Monroy
Sin embargo, me llama la atención que en una entrevista citabas a Audre Lord que sostenía que "que las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo" Es decir, que la violencia no se combate con más violencia ¿Cuál es la clave entonces?
El movimiento feminista y los feminismos se han significado por ser un movimiento social pacífico. Yo no planteo nunca violencia frente a violencia, porque la autodefensa feminista es un ejercicio fundamentalmente de empoderamiento para las mujeres y también de legítima defensa.
En la autodefensa feminista no damos talleres para crear comandos, porque además no tendría ningún sentido, porque los agresores serían como el brazo armado del patriarcado, pero el patriarcado es mucho más que violencia: es cómo se construye todas esas creencias que citaba anteriormente, cómo se construyen las identidades de género con una asimetría de poder, cómo se construye la idea de lo que es ser hombre y de lo que es ser mujer, o qué nos corresponde en función de nuestro sexo…
La violencia es una expresión salvaje de la desigualdad, pero a la hora de combatir esa violencia lo que hay que erradicar es el patriarcado y eso no lo vamos a lograr creando comandos, sino generando valores, narrativas, políticas de igualdad que tengan una implantación real, etc
El concepto de autodefensa feminista tiene más que ver con un ejercicio teórico y práctico de análisis feminista sobre por qué se ejerce la violencia, pero a partir de ahí lo que hacemos son ejercicios de empoderamiento que pasan por lo físico y por lo cognitivo.
Las violencias machistas son muy variadas… No solo duelen los golpes. ¿Cómo defendernos de la violencia psicológica, del acoso, del control?
Lo primero, identificándolos. De hecho, las mujeres que acuden a los talleres no refieren haber sufrido violencia machista, me dicen: "A mí nunca me ha pasado nada". Pero cuando empezamos a identificar violencias dicen: "Guau, pues va ser que sí que me ha pasado, va ser que lo había normalizado".
Voy a dar unas cuantas pautas para identificar la violencia psicológica: La primera sería si mi pareja me da miedo o me da miedo enfadarle. Porque si me da miedo enfadarle quiere decir que hay algo que no va bien. La segunda sería si mi pareja me hace responsable de sus emociones, que es algo que hacen mucho los maltratadores: "Tú me enfadas, tú me pones así…" Lo que te hace sentir es que tú eres la responsable de cómo está la relación, pero también de cómo está él, cuando es mentira. Hay una frase que repiten mucho los maltratadores que es "¡tú verás!" Porque parece que ahí es la mujer quien tiene el control, cuando no es así, porque el subtexto de esa frase es: "O haces lo que yo quiero o te vas a enterar".
El problema de la violencia psicológica es que nunca es "no quiero que hagas esto, o no te pongas esta ropa". Comienza todo de manera mucho más sutil, lo hace escalonadamente, como en los peldaños de una escalera que cita la socióloga andaluza Carmen Ruiz y encima se hace desde la libre elección.
En la violencia psicológica lo primero es poder identificarlo, y luego entender cómo el patriarcado está también dentro de mí: en mi manera de entender el mundo, en mis creencias, en mis expectativas…
Muchas mujeres cuando llegan al punto de identificar que están con una pareja que las maltrata psicológicamente han pasado muchos años en esa situación: de anulación, de aislamiento, de renuncias a ella misma y sobre todo de falta de confianza en el criterio propio y es una de las cosas que repito sin parar en los talleres: "Hay que confiar en el criterio propio, cuando se me enciende una bombilla es por algo, luego ya la revisaré y si es necesario ya la apagaré, pero si se me enciende una bombilla siempre hay que revisar: ¿Qué está pasando?, ¿Por qué estoy sintiendo esto? ¿Qué es lo que hay detrás?".
Has impartido centenares de cursos. ¿Qué te empujó a ello?
Me incorporé al movimiento feminista a los 13 años porque ya había sufrido violencia y porque veía la desigualdad. Yo tengo tres hermanos y tres hermanas, y a pesar de que mi familia es de izquierdas, yo veía la desigualdad en casa. De hecho, parafraseando una frase de Rosa Luxenburgo que con esa edad yo no sabía ni que era de ella, le dije a mi padre que "fuera de casa estaba contra la patronal, pero que en casa él era la patronal".
Una profesora de EGB me dio a conocer que había forma de combatir la desigualdad no solo individualmente sino colectivamente, así que me incorporé a la Asamblea de Mujeres de Basauri, y con 16 años decidimos no solo en Bizkaia, sino todas las asociaciones de mujeres de Euskal Herria que había que empezar a impartir cursos de "autodefensa de mujeres" (así los llamábamos entonces). Al principio, eran más bien técnicas de defensa de cara a la violencia física pero enseguida nos dimos cuenta de que eso no bastaba, que la violencia que sufríamos las mujeres era fundamentalmente psicológica, e incluso previa a la psicológica, la construcción, desde niñas, del denominado terror sexual. Ese "cuidado, con quién vas, qué haces, no vayas solas"... que te hace sentir que tú no tienes capacidad para actuar.
Con los años yo he ido formándome con diversas herramientas, pero sobre todo en teoría feminista, y he podido ir cambiando los contenidos.

La sororidad es clave en los talleres de autodefensa feminista. Foto: Maitena Monroy.
¿Qué has aprendido en todos estos años?
En todos estos años lo que he aprendido y me ha sorprendido es la enorme capacidad de las mujeres a la resiliencia—la capacidad de sobreponerse ante hechos traumáticos—. Porque hay talleres que imparto en pueblos pequeños, en el que todas se conocen, y las mujeres empiezan a hablar y cantidad de ellas han sufrido violencia, y empiezan a decirse: "Aiba, no sabía que te había pasado esto... Yo tampoco que tú habías sufrido eso otro". Y entonces ves esa sororidad —alianza o apoyo mutuo entre mujeres ante el machismo—, esa resiliencia. Entender que lo que me ha pasado me ha pasado, pero que también he puesto en marcha muchas herramientas y capacidades para volver a reapropiarme de mi vida y eso es, precisamente, el empoderamiento.
Nota: La entrevista reproducida no está íntegra. Hemos guardado algunos temas para recogerlos en un reportaje que elaboraremos más adelante.
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