Arantza Santesteban: "La cultura tiene que servir para remover todos los rincones y poner todo patas arriba"
El día 4 de octubre de 2007, la Policía Nacional detenía en Segura a Arantza Santesteban (Pamplona, 1979) y otras 22 personas, acusadas de un delito de terrorismo por su actividad en el partido político Batasuna. Tras esa detención, Santesteban pasó 918 noches presa en diferentes cárceles. "918 gau" supone un relato cinematográfico de las vivencias, reflexiones, esperanzas y desilusiones alumbradas, surgidas, palidecidas, consumadas y transformadas en aquel encierro; una película política, poética, honesta y sugestiva en primera persona, que agita estereotipos.
Con recursos escasos pero eficaces, en "918 gau" Santesteban filma el desasosiego a través de la voz en off, la memoria, fotos y vídeos, documentos oficiales y algunas intensas escenas, para llevar al público a la orilla del precipicio e invitarlo a reflexionar más allá de las emociones: militancia, formas de llevar a cabo esa militancia, épica, fragilidad, heroicidad, el peso de la ejemplaridad, el cuerpo, las contradicciones, el reto de poner el cuestión algunos imaginarios que soportan muchas actitudes asentadas, la fuerza y la debilidad, el choque o la fusión entre nuestra visión heredada del mundo y aquella que tenemos por desarrollar...
La cineasta pamplonesa escapa en "918 gau" de formulismos, tanto en el plano formal, donde diluye las convenciones sobre géneros, prescripciones y métodos, como en el fondo, donde este premiado documental huye de la épica y la comodidad para hablar sobre dudas y malestares cotidianos, algo más cercano y urgente, a pesar de su complejidad, que los relatos ostentosos escritos en mayúsculas. Estos ya disponen de anchas y cómodas vías para hacerse oír.
Hemos hablado con Santesteban sobre este "intento por llevar al lenguaje cinematográfico mi evolución personal y política".
En 2020, cuando la película aún estaba sin terminar, me dijiste que estabas expectante por ver cómo recibía la industria cinematográfica europea "918 gau", en la medida en la que es "una visión propia del conflicto formulada en un lenguaje cinematográfico experimental". Salta a la vista que lo han recibido con agrado. ¿Te ha sorprendido esta recepción fuera? ¿Cuál crees que ha sido la clave?
El recorrido internacional de la película ha sido muy bonito. En el equipo teníamos grandes expectativas respecto al recorrido que podía tener una película así, y ha tenido una aceptación incluso mejor de la que nos habíamos imaginado.
Es una película modesta, realizada por un equipo pequeño. En el aspecto formal, he tomado varios riesgos, y, finalmente, ha quedado una película difícil de clasificar. Desde esa premisa, creía que sería complicado moverla, pero creo que la clave ha podido ser precisamente esa, que se trata de una película bastante especial.
Ahora, te toca presentar la película en casa, en Pamplona. ¿Crees que, debido a la influencia que el conflicto ha tenido en todos nosotros, la película se verá de forma diferente o recibirá una mirada distinta?
Por supuesto, el público de aquí ha tenido una relación más estrecha con algunas de las situaciones que se cuentan en la película, y, en ese aspecto, puede tener un acercamiento diferente a la película. De todas maneras, creo que el principal punto de partida de esta película no es establecer un relato sobre el conflicto político.
En esta película, mi intención ha sido llevar al lenguaje cinematográfico mi evolución personal y política. He pensado mucho sobre cómo reflejar en una película una serie de sensaciones concretas: "¿cuál es la forma de la duda y la incomodidad desde un punto de vista cinematográfico?".
Por eso digo que la película no está pensada sobre todo desde el punto de vista del contenido, aunque es innegable que la cárcel y la situación política tengan su sitio. Está más pensada desde un aspecto formal.
La película aborda en varios fragmentos el tema de las expectativas ("La gente quería creer que iba a continuar colmando sus expectativas"; "No pretendo ser la heroína de nadie"...). ¿En qué medidas son las expectativas de otros y otras un aliciente para actuar y en qué medida suponen cargas y obstáculos para romper inercias?
Es una pregunta profunda, y creo que es, en gran medida, una pregunta muy humana. Una de las preocupaciones del ser humano moderno es cómo aparece a ojos de los demás; muchas veces nuestro espejo son los otros, para bien y para mal.
De todos modos, mi intención ha sido examinar qué influencia han tenido las narraciones instituidas sobre las personas que hemos tenido vivencias militantes en el contexto del conflicto vasco. Se ha construido mucha épica siguiendo a una larga tradición de lucha, y quería analizar desde mi propia incomodidad cómo nos ha construido ese imaginario
En mi caso, me he preguntado hasta qué punto me ha ofrecido –me ofrece– ese imaginario un lugar y hasta qué punto ha entrado en contradicciones conmigo misma cuando han comenzado a acumulárseme vivencias diferentes. Al fin y al cabo, si la película defiende alguna tesis, sería esa: estamos compuestos de imaginarios, pero creo que hay que cuestionar ante esas imágenes las dudas, confrontaciones y desacuerdos que nos generan.
Precisamente, la película es un artefacto contra la reafirmación y las inercias, una creación con vocación de cuestionar los estereotipos. ¿Crees que hay muchas expresiones (películas, libros, creaciones musicales, discursos) de ideología presuntamente progresista que reafirman estereotipos?
Hace poco participé en unas jornadas sobre la cultura vasca en las que se dio un interesante y creo que significativo debate: según la opinión más extendida, la cultura vasca, al ser una cultura minorizada, no debería tratar sobre cosas desagradables –o feas, o dolorosas– ni producir trabajos artísticos o culturales que solo puedan ser aceptados por un público minoritario.
Yo no creo eso. Entiendo que las producciones vascas tienen que competir con contenidos mainstream pero, desde el punto de vista de la pervivencia cultural, si la cultura vasca con todas sus variantes no nos sirve para pensar el mundo que nos rodea desde la crudeza y la duda, entonces se nos convertirá en cierto modo en folklore.
Ese me parece en gran medida un punto de vista conservador. Una cultura que satisfaga y emocione a todo el mundo te asegura el público, repite una y otra vez el estereotipo; sin embargo, la cultura tiene que servir para remover todos los rincones y poner todo patas arriba.
En esa línea, en "918 gau" subyace un compromiso por sugerir y no guiar al espectador y la espectadora. ¿Cuánta labor de borrado, de refrenar la emoción y pisar el freno para no enseñar demasiado, hubo durante las fases de escritura y montaje?
Sí, tenía claro que no quería dirigir al espectador o espectadora hacia la emoción. Prefería hacerles partícipes de esa sensación de incomodidad que mencionaba, y ofrecer al público un espacio para pensar, sorprenderse y, por qué no, perderse en la película. Sin duda, esa ha sido la labor más dura: acertar en el tono.
He borrado bastante, sí, pero lo he hecho sin dolor. Esta película no está hecha desde el apego a mi experiencia personal, por lo que no me ha resultado difícil hacer recortes u otro tipo de cambios.
A su salida de la cárcel, la protagonista de la película reivindica un cierto anonimato; no lo hace para desaparecer, sino para aportar desde un lugar más libre. Sin embargo, después explora a ojos de todas y todos en su vida privada a través de la película. ¿Te ha producido vértigo ese grado de exposición?
Sí, siento una especie de incomodidad por salir en la película. De todas formas, en un momento concreto de la película reivindico el anonimato.
Creo que en ciertos momentos el anonimato es muy necesario, dentro de una evolución militante. Me parece que es muy importante respetar ese anonimato en el caso de las personas "públicas" o, por ejemplo, dentro del recibimiento de una persona expresa. Estoy a favor de esa soledad, ese descanso o esa distancia, porque el momento de salir a la calle es muy duro, inexplicable.
Con todo y con eso, no hay que confundir el anonimato con, de alguna manera, desaparecer para siempre. No creo en un proceso anónimo que te somete para siempre, sino en uno que ofrece a la persona que ha salido de la cárcel tiempo para restablecerse y encontrar su nuevo lugar libremente.
Como dices, yo decidí sentirme lo más libre posible en eso, y esta película es la aportación que deja constancia de mis reflexiones, una pequeña aportación en el camino por generar una reflexión sobre lo que yo entiendo por hacer política.
"918 gau" es, en general, una película de ritmo pausado, pero algunos pasajes quebrantan esa calma. ¿Cómo has trabajado el ritmo de la película?
Como te digo, he pensado mucho sobre la forma cinematográfica de la incomodidad y la duda. Eso es lo que me ha dado la medida y el ritmo.
Otra cosa es que durante el proceso ya sabía que la película no iba a tener una narrativa lineal, de la misma forma que mi proceso no es lineal. Entonces decidí que la película tendría una estructura zigzagueante, y creo que esas escenas, además de romper el ritmo, marcan una dirección inestable, esa sensación de ir de un sitio a otro.
El sonido está muy trabajado. ¿Cómo ha sido la colaboración con Alazne Ameztoy?
He tenido un muy buen equipo de sonido: Alazne Ameztoy en el sonido directo y Xanti Salvador en la posproducción. Ha sido un lujo trabajar con ellos, y en muchos momentos he seguido su criterio.
La película pone su atención en la debilidad y la vulnerable intimidad, dos ámbitos que tanto la cárcel como una manera concreta de entender la militancia dejan de lado en la medida en que subliman "la fuerza". ¿Crees que existen motivos para pensar que la sociedad está caminando hacia una mayor aceptación de la debilidad?
Me parece que sí, que afortunadamente existen grietas en los discursos épicos, que reivindican que existen otras potencias en torno a la formación de las subjetividades políticas. A mí las potencias me parecen más importantes a la hora de llevar a cabo cualquier proyecto, ya sea un proyecto político o la planificación de una pequeña asociación.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que lo que genera adhesión y una verdadera unión con aquello que estamos haciendo son las cosas que nos atraviesan, las fuerzas y sacudidas que pasan por nuestro cuerpo. A veces, las narraciones épicas consiguen generar ese fuego, y, otras veces, son esas mismas narraciones las que generan una gran distancia entre el discurso y el cuerpo, la vivencia.
Lo que me interesa es lo que ocurre en esas ocasiones: cómo pensar esa especie de crisis. En esos casos, aparece la fragilidad junto a la fuerza, y creo que ambas son necesarias cuando hablamos de compromiso.
¿Se podrá ver la película en cines fuera de los festivales? ¿Qué futuro le deseas a "918 gau"?
Pues, si todo va bien, el estreno de la película en salas será en otoño. Y le deseo el mejor de los futuros. Hasta ahora, me ha dado muchas alegrías; que siga así.
¿Tienes algún trabajo más entre manos? ¿Qué nos puedes avanzar?
Ahora mismo, estoy terminando mi tesis doctoral en Bellas Artes. La intención es entregarla a final de año, así que es ahí donde tengo la mayoría de mis energías.
Además, dinamizo en Tabakalera un grupo de pensamiento crítico, y en el centro Dinamoa editaremos pronto la revista ZIGiZAGa.
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